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véase Universal Ilustrado, El
[Suplementos culturales]

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MEDIO SIGLO
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MEDIO SIGLO

[Expresión de los estudiantes de la Facultad de Derecho. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). (1953-1957)]

COMITÉ DIRECTIVO: Carlos Fuentes, Jacinto Lozano Cárdenas, Rafael Ruiz Harrell, Jenaro Vázquez Colmenares y Porfirio Muñoz Ledo

COLABORADORES: Pedro de Alba, Mario de la Cueva, Ignacio Medina Jr., Óscar Morineau, Javier Rondero, Andrés Serra Rojas, Juan Bañuelos Chanona, Salvador Elizondo, Víctor Manuel Flores Olea, Sergio Pitol y Raymundo Ramos, entre otros

DOMICILIO: Facultad de Derecho. Ciudad Universitaria. México, D.F.

PERIODICIDAD: trimestral

Aunque la revista Medio Siglo fue un vehículo de expresión de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), entre sus páginas también se incluía una sección dedicada a la cultura en general y a la literatura en particular, que ocupaba el apartado número III. A partir del segundo número, de abril-junio de 1953, el Comité directivo queda a cargo de Carlos Fuentes y de Porfirio Muñoz Ledo (este último cede su puesto de secretario general a Rafael Ruiz Harrell) y se crea una Jefatura de redacción. En el número 3, de julio-septiembre de 1953, Porfirio Muñoz Ledo queda como secretario general y los nombres de Carlos Fuentes y de Rafael Ruiz Harrel pasan a integrar el Comité directivo, junto con Flores Olea, Vázquez Colmenares y Wimer Zambrano.

Tras esta primera época, la revista se interrumpe para reaparecer tres años más tarde (octubre-diciembre de 1956). En la primera entrega de la segunda época se aclara que la revista tiene como propósito ser un espacio de expresión para los jóvenes interesados en analizar a la sociedad. En esta segunda época se encuentran diversos cambios significativos: el Comité directivo se halla integrado por Ángel Bonifaz Ezeta, Sergio García Ramírez, José González Avelar, Carlos Monsiváis Aceves, Martín Reyes Vayssade, Enrique Soto Izquierdo y Lauro Fernando Zertuche (secretario ejecutivo), entre otros. Durante este periodo también se percibe una disminución del espacio dedicado a la cultura y a la literatura y un incremento en la publicación de textos dedicados a temas de derecho, así como cambios en la periodicidad (se publican números dobles).

La revista fue auspiciada por la Facultad de Derecho de la UNAM y no se explicitan las causas de su desaparición, ocurrida en septiembre de 1957
Véase también Generación del Medio Siglo*.

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MEMORANDA
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MEMORANDA

[Revista de la Subdirección General de Servicios Sociales y Culturales del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) (1989-1993)]

DIRECTOR: Emilio Lozoya Thalmann

JEFE DE REDACCIÓN: José Vicente Anaya

DOMICILIO: Nápoles 39, colonia Juárez, México, D.F.

PERIODICIDAD: bimestral

Con ilustraciones

La revista Memoranda vio la luz en julio de 1989. En su enunciación de principios se expone que la memoria de nuestra cultura nos interesa a todos y es lo que se fomentará con esta publicación; se daría especial importancia a lo mexicano, a nuestras raíces culturales.

Esta publicación buscaba ser una lectura de calidad, ligera y amena, en la que se combinaran secciones de literatura, reportajes de viajes, deportes, espectáculos, así como sugerencias para el empleo del tiempo libre, de fácil acceso para los trabajadores al servicio del Estado. El último número apareció en noviembre de 1993.

Tuvo secciones fijas: "Nuestras Raíces", "Imaginaria", "México Reconocido", "Leer es placer", "¿A dónde vamos?” y "Vamos sobre seguro".

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MEMORIA DE PAPEL
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MEMORIA DE PAPEL

[Crónicas de la Cultura en México (1991-1995)]

DIRECTORA: Patricia Urías Álvarez

SECRETARIOS DE REDACCIÓN: Andrés Ruiz y David Martín del Campo

DOMICILIO: Revolución 1877, 3er. piso, San Ángel, México, D.F.

PERIODICIDAD: semestral

Con ilustraciones

La revista Memoria de Papel ve la luz por primera vez en abril de 1991. Editada por el Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes (CNCA)*, manifiesta en su declaración de principios que se propone dar cuenta de las distintas manifestaciones culturales que surgen a lo largo del país. Su prioridad es presentar una constancia del momento histórico por el que atraviesa México y dar testimonio de la permanencia de las manifestaciones de nuestra cultura popular. Asimismo, busca ser un foro para la reflexión y las ideas de los críticos y especialistas de la cultura en general.

Al comienzo, Memoria de Papel aparecía cada seis meses, pero a partir del número 6 la periodicidad se vuelve trimestral. Presentó secciones fijas, como "Serpentina", columna periodística donde se da a conocer información general sobre un escritor, pintor o artista, así como noticias relacionadas con el mundo cultural citadas de otras publicaciones. También cabe destacar las secciones de "Noticias", "Homenajes", "Entrevistas" y "Cine".

La publicación abrió espacio a todos los géneros literarios: crónica, ensayo, cuento, novela y teatro. También ha presentado las diferentes manifestaciones artísticas en México, dedicando la mayor parte de algún número a "La pintura mexicana moderna", "La danza clásica", "La obra de Rufino Tamayo", "La plástica chicana", "Ensayo literario en México", "El cuento mexicano" o "Voces de la poesía" (sobre los poetas mexicanos nacidos entre 1950 y 1968), entre otros temas.

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MESA LLENA, LA
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MESA LLENA, LA

[(1980-1981)]

DIRECTORIO: Evodio Escalante, Coral Bracho, Héctor Manjarrez, Jorge Aguilar Mora, David Huerta, Marcelo Uribe, Rosario Ferré y Paloma Villegas

DISEÑO: Miguel Ventura

DOMICILIO: Magnolias 34-15. México, D.F.

PERIODICIDAD:

La revista La Mesa Llena estuvo dedicada exclusivamente a la publicación de ensayos, textos de creación y, en particular, a la poesía. No tiene declaración de principios y sólo dio a la luz dos números. El primero se publicó en marzo de 1980 e incluyó entre sus páginas textos de Héctor Manjarrez y de Jorge Aguilar Mora, así como poemas de Coral Bracho, David Huerta, Rosario Bañuelos, Marcelo Uribe, Rosario Ferré, Evodio Escalante, Mirko Lauer y Paloma Villegas.

La segunda entrega apareció en septiembre de 1981 y en ella se publicaron poemas de Mario Montalbetti, Miguel Ventura, Ricardo Yáñez, Antonio Deltoro, Nathaniel Tarn y Joaquín Vázquez Aguilar, entre otros. Los textos, ensayos y cuentos que aparecen en este número son de Víctor Kuri, José Agustín, Agustín Ramos e Iris Zavala, entre otros. En esta entrega también colaboraron los propios miembros del directorio de la revista.

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MESTER
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MESTER

[(1965-1967)]

SECRETARIO DE REDACCIÓN: Eduardo Rodríguez Solís

DOMICILIO: Sudermann 335-B. México, D.F.

PERIODICIDAD: irregular

Mester fue la revista del Taller Literario de Juan José Arreola. El primer número se publicó en mayo de 1964. Aparecieron 12 entregas en formato media carta, con presentación modesta. El único número ilustrado fue el 12, que incluyó obras de Juan Soriano.

Tuvo como finalidad abrir un espacio para la publicación de cuentos, poemas y narraciones cortas realizados por los integrantes del taller. Pero la revista no se limitó a ser una publicación de alumnos de Juan José Arreola; se invitó a todos aquellos escritores que quisieran colaborar.

Los primeros números tuvieron periodicidad mensual. El número 7 apareció en junio de 1965 y tres más se editaron ese año. En noviembre de 1966 apareció el número 11, y en mayo de 1967 el número 12. A partir del número 6, se publica bajo la responsabilidad de Jorge Arturo Ojeda, con domicilio en Dante 33, y para el número 11 la dirección es de Roberto Páramo.

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METÁFORA
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METÁFORA

[(1955-1958)]

DIRECTOR: Jesús Arellano

REDACCIÓN: Enriqueta Ochoa, Salvador de la Cruz, Armando Cámara, Antonio Galván Corona

DOMICILIO: Doctor Balmis 83-15. México, D.F.

PERIODICIDAD: bimestral

Con ilustraciones

Metáfora surge como iniciativa de un grupo independiente de escritores mexicanos. Fue precedida por cuatro publicaciones que involucraron a distintos miembros de su grupo fundador. Estas revistas fueron: Dintel*, Fuensanta*, Espiral y Hierba.

Inicialmente, la revista fue auspiciada por personas físicas, como María Luisa Ocampo, José López Bermúdez, Miguel Bustos, el doctor Mario de la Cueva, Gabriel Echenique, el doctor Desiderio Macías, Wilberto Cantón, Alejandro Fajardo.

Metáfora es una publicación media carta, austera, con pocas viñetas. Salieron a la luz 18 números. El primero apareció en marzo-abril de 1955 y el último en enero-febrero de 1958. En el número 10 se mencionan nuevos patrocinadores: Rodolfo González Guevara, Alfonso Noriega, Jorge Eugenio Ortiz, Miguel Bustos Cerecedo y el Instituto Nacional de Bellas Artes.

A partir del número 7, de marzo-abril de 1986, la dirección fue compartida con A. Silva Villalobos y el Consejo de redacción se modificó. Sólo aparecen tres nombres: Salvador de la Cruz, Antonio Galván y Sabás Cruz García. A partir del número 8 se incorpora Carlos Ramos Gutiérrez.

Del grupo formado alrededor de Metáfora, destaca la célebre polémica que se desató en torno de la crítica a la obra de Alfonso Reyes. Jesús Arellano publicó notas que desmenuzaban el trabajo del escritor. También la poesía del célebre mexicano fue analizada y se pusieron en duda sus habilidades en ese género. El grupo de Metáfora fue acremente atacado por amigos y admiradores de Reyes.

La revista se dedicó principalmente a la publicación de cuento y poesía, aunque incluyó también ensayo literario.

La revista tuvo, a partir del número 5, de noviembre-diciembre de 1955, una sección fija llamada "Libros" y otra llamada "Revistas". También apareció "Colofón", con comentarios filológicos, humorísticos y sobre literatura en general. Esta sección tuvo gran éxito. Las secciones no aparecen rubricadas.

Metáfora terminó con el número 18. Los anunciantes habían retirado paulatinamente la publicidad y el grupo quebró. A decir de Silva Villalobos, los enemigos de Metáfora propiciaron esta circunstancia desfavorable para ellos. En un gran salón del Sindicato de Maestros -dice Silva Villalobos- se realizó una fiesta por la muerte de Metáfora.

Además de sus dieciocho números, Metáfora editó 23 títulos en sus distintas colecciones: Colección Metáfora, Edición Metáfora, Plaquetas y Moscos de Metáfora.

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MÉXICO EN EL ARTE
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MÉXICO EN EL ARTE

[(1948-1990)]

DIRECTOR: Rafael Solana

REDACCIÓN: Carlos Luquín

DOMICILIO:

PERIODICIDAD: irregular

Con ilustraciones

La primera revista del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBA)* fue México en el Arte. Esta publicación tuvo dos épocas. La primera abarcó de 1948 a 1952; la segunda se inició 1983 y concluyó en 1990.

Durante la primera época se publicaron doce números. Los seis primeros salieron entre julio y diciembre de 1948. En 1949 aparecieron los números 7 y 8. En 1950 se publicó el noveno. El único número doble fue el 10-11, de 1951. El último, sin número, publicado en 1952, fue una edición especial en francés.

En la presentación de la revista, el director del INBA (Carlos Chávez) afirmó que México en el arte reunirá todo lo que el país ha experimentado en términos artísticos.

Estos primeros números tuvieron excelente presentación, cuidados tipográficos, la mejor calidad de impresión de la época, además de numerosas ilustraciones y fotografías. Las portadas, impresas con selección de color, son obras de connotados pintores, como Tomás Chávez Morado, Raúl Anguiano, Rufino Tamayo, Alfredo Zalce, Julio Prieto, Alberto Beltrán y José Clemente Orozco.

Otras portadas presentaron obras conocidas de Tamayo, Feliciano Peña, un fresco de Diego Rivera que se encuentra en Palacio Nacional: "Tenochtitlán", entre otras. También contribuyó Julio Prieto con viñetas.

A partir del número 3, de septiembre de 1948, la dirección de la revista recae en el Consejo Técnico del Instituto Nacional de Bellas Artes y Solana queda como coordinador. Los números 5, 6, 7 y 8 son dirigidos por Jaime García Terrés. En el número 9, la dirección tipográfica es otorgada a Joaquín Díez-Canedo.

En el número 10-11 reaparece Jaime García Terrés. Este número doble está dedicado a la crónica de medio siglo: 1900-1950. Contiene diversos artículos relacionados con las actividades culturales del periodo; entre otros: "Por la ruta del cuento mexicano", de Francisco Rojas González; "Reseña de la poesía mexicana del siglo XX", de Henrique G. Casanova; "Apuntes para una historia del teatro experimental", de José Gorostiza; "Autores de teatro mexicano 1900-1950", de Francisco Monterde; "Tres décadas de pintura mural en México", de Justino Fernández; "50 años de música en México", de Carlos Chávez.

La segunda época de México en el Arte se inicia en el verano de 1983. En este periodo aparece como editor responsable Federico Álvarez y el secretario de redacción es Alejandro Katz. La revista se anuncia como publicación trimestral del Instituto Nacional de Bellas Artes.

En la presentación de esta época se alude el surgimiento de la revista en su primera época y se reconocen las cualidades de aquella predecesora. Javier Barros Valero, director general del INBA por entonces, justifica la imposibilidad de editar una revista de la calidad de la primera época debido a los problemas económicos.

Desde el primer número aparece en la revista una sección fija denominada "Reseñas". Los temas y colaboradores son muchos. Algunos de los comentaristas constantes de esta sección son Tununa Mercado, Elías Nandino, Guillermina Bravo, Alejandro Katz y Federico Patán.

El segundo número aparece en el otoño de 1983. Presenta portada de Orozco y contiene colaboraciones de Tomás Segovia, Andrés Henestrosa, Juan García Ponce y Rafael Solana.

A partir de la primavera de 1986 aparece un nuevo coordinador: Francisco Serrano. El Consejo de redacción estará formado por Guillermo Arriaga, Teresa del Conde, Manuel Enriquez, Margo Glantz, José Solé, Ignacio Toscano y Juan Urguinaga. El secretario de redacción es Pedro Serrano Carreto.

En el siguiente número, el del verano de 1986, aparece en la primera página una nota donde se expone la intención de que México en el Arte amplíe sus horizontes y llegue a un público cada vez más numeroso. La nota aparece sin firma.

En el número 16, de la primavera del 87, el directorio no cambia. Este número está dedicado a la posmodernidad.

En esta segunda época se publicaron 25 números de la revista; el último correspondió al trimestre de marzo-mayo de 1990. Para entonces se había decretado la creación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA)* (1988) y la publicación quedó bajo la nueva jurisdicción. En estos últimos números aparece como coordinador de la publicación Felipe Garrido.

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MÉXICO EN LA CULTURA
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MÉXICO EN LA CULTURA

[Suplemento cultural del periódico Novedades. (1949-1973)]

RESPONSABLES: Fernando Benítez y Miguel Prieto

DOMICILIO:

PERIODICIDAD: semanal

México en la Cultura nació el 6 de febrero de 1949 como suplemento cultural del periódico Novedades. Apareció bajo la responsabilidad de Fernando Benítez y Miguel Prieto. Ese mismo año, Benítez había fundado el suplemento México en la Cultura del periódico El Nacional (Véase El Nacional* [Suplementos culturales]), pero meses más tarde había sido despedido y Alejandro Quijano, entonces director del Novedades, lo invitó a colaborar con él.

Fernando Benítez se hizo cargo del suplemento hasta diciembre de 1961. Entre 1949 y 1961, Benítez compartió su jefatura con Miguel Prieto, Leopoldo Zea, Henrique González Casanova, Vicente Rojo (quien de 1956 a 1961 fungió como director artístico) y Gastón García Cantú. Su despido fue motivado por un caso de censura, lo cual hizo que se trasladara con todo su equipo de colaboradores a la edición dominical de la revista Siempre!, cuyo suplemento fue titulado, significativamente, La Cultura en México* (apareció por primera vez en febrero de 1962 y Benítez lo dirigiría hasta 1972).

Tras la salida de Benítez del Novedades, Raúl Noriega fue nombrado nuevo responsable de México en la Cultura, cargo que desempeñó hasta el 10 de junio de 1973, fecha de cierre del suplemento.

En sus inicios, México en la Cultura contó con varias secciones fijas, entre las que se encuentran: "Teatro", a cargo de Armando de María y Campos; "Planificación y arquitectura", a cargo de Carlos Contreras; "Reseña de revistas", sin rubricar; "Autores y libros", dedicada a informar sobre noticias culturales, que en sus inicios estuvo a cargo de Alí Chumacero (más tarde colaboraron en ella Enrique González Martínez, Isidro Fabela y Jaime García Terrés, entre otros). A fines de 1949 aparece "Notas de cultura" (sin rúbrica), en sustitución de "Autores y libros", y surgieron secciones dedicadas a asuntos médicos y científicos. Hacia 1952 se suma al suplemento la sección "Los niños", escrita por Carmen Norma, y un año más tarde Francisco Zendejas se hace responsable de "Los libros de última hora". En 1954 aparece "La hoja en el viento", escrita por Margos de Villanueva, y se conservan, entre otras, las secciones: "Artes y libros" y "Reseña de revistas", en las cuales colaboraron varios miembros de la Generación del Medio Siglo*.

En 1962, con el ingreso de Raúl Noriega a la dirección del suplemento, las secciones anteriores desaparecen y son sustituidas por "Escaparate" (que incluía noticias culturales), "Teatro", "Cine" y "Artes plásticas", entre otras, que se conservaron hasta junio de 1973, fecha en la que Noriega anuncia el fin de México en la Cultura.

Durante sus casi veinticinco años de vida, el suplemento contó con las colaboraciones de los principales escritores e intelectuales tanto nacionales como extranjeros.

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MÉXICO MODERNO
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MÉXICO MODERNO

[Revista de Letras y Arte. (1920-1923)]

DIRECTOR: Enrique González Martínez

JEFE DE REDACCIÓN: Genaro Estrada

DOMICILIO: 3a. Donceles 79. México, D.F.

PERIODICIDAD: irregular

Revista de literatura que surgió en agosto de 1920. Fue la tercera revista lanzada por Enrique González Martínez, después de Pegaso*.

México Moderno apareció como una revista de "alta cultura". Durante tres años, con irregularidades en su periodicidad, fue la publicación que dio cuenta de la actividad cultural del país. El último número apareció en junio de 1923.

La publicación estuvo abierta a las últimas corrientes en literatura y filosofía. En prosa y verso presentó valores mexicanos nuevos y, por medio de fieles traducciones, dio lo sobresaliente de la producción universal, incluidos algunos dramaturgos europeos.

Poco después de fundar México Moderno, González Martínez sale del país para residir en Chile y desde ahí fungir como representante, en calidad de Ministro Plenipotenciario, en Sudamérica y España. No obstante, su nombre apareció en México Moderno algunos números más.

En el No. 11-12, Año I, aparece debajo del directorio un recuadro con la siguiente leyenda: "Para puntualizar responsabilidades hacemos constar que desde la fundación de esta revista ha tenido la dirección intelectual de ella el doctor Enrique González Martínez, quien efectivamente la fundó y organizó su primer número [...]”. A partir de esa fecha quedaría encargado de la edición Genero Estrada.

Pero el nombre del doctor González Martínez se eliminó del directorio y Genaro Estrada dejó de ser el jefe de redacción. En los últimos números, de agosto de 1922 a junio de 1923, aparece en el directorio un grupo de redactores: Vicente Lombardo Toledano, Pedro Henríquez Ureña, Manuel Gómez Morín, Manuel Toussaint, Daniel Cosío Villegas, José Gorostiza y otros. Finalmente, parece haber quedado bajo la dirección de Manuel Toussaint y Agustín Loera y Chávez.

Uno de los logros más importantes de México Moderno fue el homenaje póstumo tributado a Ramón López Velarde en un número doble que se unió a las exequias nacionales por su muerte. Este hecho fue una de las principales contribuciones al conocimiento del creador más allá de los límites en los que se lo había encerrado al considerarlo como "el poeta de provincia".

México Moderno representó el último y quizá el más alto momento de una cultura sin fisuras que sería fracturada por las vanguardias, los nacionalismos culturales y los compromisos con la realidad.

La revista aparece sobria en su presentación, sin portada llamativa: el nombre de la revista, del director, tomo, fecha, sumario. Fue editada por la casa establecida por Agustín y Rafael Loera y Chávez, que llevaba también el nombre de México Moderno. En sus páginas iniciales se incluye un pequeño recuadro en el que se anuncian las publicaciones del siguiente número. También aparece publicidad y un "Directorio Profesional de México", que contiene nombres, domicilios y números telefónicos, principalmente de personas dedicadas a la música.

El primer número no contiene dibujos, gráficas o ilustraciones. En los siguientes aparecen, ocasionalmente, fotografías alusivas a alguno de los artículos.

Las secciones de "Revista de Revistas", "Letras Europeas" y Letras Francesas" estuvieron a cargo de Torres Bodet; "El Arte Musical en el Mundo" y "Crónica Musical Mexicana", del Maestro Manuel M. Ponce, y "Revista de Libros", de Genaro Estrada, a quien sucedió José Gorostiza. De "Artes Plásticas de México" fue responsable Manuel Toussaint; de "Cancionero", Carlos Gutiérrez Cruz. De la sección "La Joven Literatura Mexicana" se encargó Agustín Loera y Chávez; "Biográfica" estuvo a cargo de Genaro Estrada.

Las secciones se modificaron después del número 11-12. A partir de agosto de 1922, no apareció más el nombre del doctor González Martínez y permanecieron sólo tres secciones: "Cancionero", "Libros y Revistas" y "Repertorio". En tres números no se especifica quiénes son los responsables de las secciones. En el cuarto y último número publicado en ese lapso (agosto 1922 a junio de 1923) se anota como encargado de "Repertorios" a Daniel Cosío Villegas; de "Libros y Revistas" a José Gorostiza y "Antología" queda a cargo de Salomón de la Selva.

La revista conservó el mismo formato en términos generales. Se dejó de editar temporalmente varias veces a lo largo de tres años, durante prolongados periodos: se publicó de agosto a diciembre de 1920; luego apareció mensualmente desde febrero de 1921 hasta noviembre del mismo año; se imprimieron tres números en agosto, septiembre y octubre de 1922, y no hubo más hasta el último número, que apareció en junio de 1923.

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MODERNISMO
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MODERNISMO

En los últimos cuatro lustros del siglo XIX, se advertía la aparición de una actividad literaria importante en los países de habla española. A este movimiento se le aplicó el nombre de Modernismo. Esta revolución estética tuvo lugar en todos los países hispanoamericanos y después se extendió hacia España.

La posible caracterización del término Modernismo ha dado lugar a copiosas discusiones entre los estudiosos de la época. Este vocablo, a decir de Max Henríquez Ureña, fue empleado inicialmente "para señalar el movimiento de renovación literaria en la América española".

Según José Emilio Pacheco, la publicación de la obra fundamental: Breve historia del Modernismo, de Henríquez Ureña, "suscitó una respuesta automática: Modernismo igual [al libro de Darío] Prosas Profanas ".

La confusión del término surge, en cierta medida, de pretender incluir numerosos movimientos finiseculares tanto hispánicos como europeos en una caracterización unívoca y generalista que se denomine Modernismo. Rafael Gutiérrez Girardot cuestiona la huera insistencia de algunos historiadores de la literatura en definir el término Modernismo; es decir, en reducirlo a una univocidad, estrechando su carácter plural y equívoco.

La disputa ha girado alrededor de dos puntos centrales: primero, la paternidad de un movimiento que revolucionó las letras universales, y segundo, los lineamientos que deben definir su nombre.

En cuanto al origen, hay quienes coinciden en subrayar que existe evidencia suficiente para considerar 1882 como el año de inicio del Modernismo. El cubano José Martí redacta sus “Cartas” desde Nueva York y publica Ismaelillo (1882), volumen de pocas páginas que abre horizontes a la poesía en lengua española. La novedad en esta poética, según Max Henríquez Ureña, está en las imágenes y en el tono general de la expresión, natural y sencilla, pero de gran sensibilidad.

Otros críticos, entre ellos Ángel Rama, convienen en señalar a Rubén Darío como el iniciador del Modernismo, y a Prosas profanas como el libro modernista por antonomasia.

A finales de 1888, Rubén Darío publica, en Santiago de Chile, la primera edición de su libro Azul, el cual ya "en muchas de sus páginas nos trae un eco del París libresco”, según Max Henríquez Ureña.

Pero, a decir de este crítico, el "galicismo mental" que Juan Valera percibió en Azul, de Rubén Darío, estaba ya presente en la obra de Manuel Gutiérrez Nájera, a quien Valera probablemente desconocía. Henríquez Ureña observa también que en la prosa de Gutiérrez Nájera, en algunos de los Cuentos frágiles (1883), estaba presente la tendencia que Darío reclamaba haber introducido: el "cuento parisién".

La tendencia que sitúa los orígenes del Modernismo en la obra de Darío afirma que Martí guarda resabios del romanticismo y que, todavía inmerso en las contiendas por la América liberada, su literatura conserva el sabor del idealismo nacionalista; la figura del poeta épico. Para los críticos que favorecen esta tendencia, ni Gutiérrez Nájera ni Martí conciben la variable fundacional que Dario introdujo en el lenguaje.

Ángel Rama, dice: "cuando Darío ingresa en la literatura, el liberalismo se ha impuesto en tierras americanas y su funcionamiento en el plano literario establece esta única ley de oro: "Sé tu mismo". Más adelante, agrega: "A la concepción de la poesía ingenua, que alimentó la estética romántica, opuso la concepción rígida de una poesía culta como expresión de una sociedad que había alcanzado su primer estadio urbano considerable." Ángel Rama se refiere a Darío como la más "llamativa bandera" del Modernismo. Por lo que dice, es aceptable que él asumiera este papel histórico desde la publicación, a los veintinueve años, de Prosas Profanas. Este mismo autor afirma que Darío es el que mayor conciencia tiene del problema, y es quien lo teoriza; "antes que él, Gutiérrez Nájera [lo] puso en práctica, consistió en asumir el principio parnasiano de 'l'art pour l'art'".

Los críticos que señalan a Martí y a Gutiérrez Nájera como iniciadores del Modernismo postulan también a Julián del Casal y José Asunción Silva como parte de los precursores. Dicen algunos críticos que estos autores presentan los rasgos del Modernismo y la perfección formal en el empleo de combinaciones métricas inusuales. Henríquez Ureña dice que Julián del Casal, con Hojas del viento (1890), expone su gran influjo francés: de los románticos a los parnasianos, huellas de simbolismo y especialmente de los "decadentes". Asunción Silva publicó en 1894, en un periódico de Caracas, el poema Nocturno, que lo colocó en el centro del debate de las formas novedosas.

Algunos críticos coinciden en señalar factores económicos y sociales de finales que siglo XIX que de manera importante influyeron en la resignificación del trabajo literario. José Emilio Pacheco habla de las condiciones económicas generadas a partir de la gran industrialización de los países y las nuevas relaciones comerciales. En este sentido, apunta una hipótesis alrededor del Modernismo "como la resultante literaria del choque y la tensión entre la era moderna europea y norteamericana y el mundo antiguo hispanoamericano en que irrumpió aquella".

En términos de la originalidad del Modernismo hispanoamericano, Pacheco dice: "durante mucho tiempo aceptamos la inferioridad asignada por los dominadores y dijimos que los modernistas "recibieron la influencia" de la literatura europea. Hoy vemos que se apropiaron de ella y la transformaron en algo diferente. Los materiales pueden llegar de fuera, el producto final es hispanoamericano".

Gutiérrez Girardot anota que la colocación del Modernismo dentro de la lírica moderna exige la aceptación de un hecho simple: el de la europeización. Este ensayista rechaza las especulaciones autoctonistas o nacionalistas y prefiere recordar lo que José Luis Romero expresó: "Todos advirtieron que en las ciudades latinoamericanas se labraba un nuevo estilo de vida, signado por las influencias extranjeras, pero oscuramente original, como es original el proceso social y cultural que se desenvolvía en ellas. Metrópolis de imitación a primera vista, cada una de ellas escondía un matiz singular que se manifestaría poco a poco".

Max Henríquez Ureña caracteriza el Modernismo como un movimiento de reacción contra los excesos del romanticismo. El punto de partida fue negativo: rechazar las normas y las formas que no se avinieran con sus tendencias renovadoras y representaran, en cambio, la vieja retórica que prevalecía en la literatura española de aquel momento.

El Modernismo hispanoamericano tiene ecos del parnasianismo y del simbolismo. Representaba una nueva sensibilidad que se originó en lo que Manuel Díaz Rodríguez llamó: "la violencia de vida de nuestra alma contemporánea, ansiosa, compleja". Predominaban la angustia de vivir y el estado morboso, mezcla de duda, desencanto y, a veces, hastío.

El Modernismo se tradujo también en el ansia de novedad en términos de la forma. Sobresale el juego de las sinestesias, la abundancia de metáforas, comparaciones y adjetivación. Existía la fuerte evocación de la antigua Grecia, que provenía de las influencias parnasianas. También en el Modernismo encontró eco el exotismo: los poetas buscaron elementos de inspiración en Oriente, así como en motivos de la literatura y de las leyendas nórdicas y escandinavas. En el Modernismo cabía tanto lo nuevo como lo viejo. Existió un grupo minoritario que gustó de hablar de lo "feo y lo enfermo" en sus versos.

Los modernistas apreciaban los símbolos plásticos. El cisne es su símbolo por antonomasia. Fue cantado por Baudelaire lo mismo que por Mallarmé, José Martí y Rubén Darío.

A decir de Henríquez Ureña, dentro del Modernismo pueden apreciarse dos etapas. La primera consiste en el culto preciosista de la forma, favorecedor de una voluntad de estilo que culmina en refinamiento de artificios y en inevitable amaneramiento. En la segunda etapa, se realiza un proceso inverso, el lirismo personal alcanza manifestaciones intensas ante el eterno misterio de la vida y de la muerte. Además, en esta etapa, prevalece el ansia por lograr una expresión artística cuyo sentido fuera genuinamente latinoamericano.

Suspendida la publicación de la Revista Azul*, en 1896, dos años después apareció la Revista Moderna*, que se transformó, en 1903, en la Revista Moderna de México* y subsistió hasta 1911. Esta publicación se consolidó como vocero del movimiento modernista.

Salvador Díaz Mirón fue popular gracias a sus poemas románticos de la primera etapa. Después renegaría de estos versos y acudiría al Modernismo. Lascas (1901), su libro central, contiene poemas de corte parnasiano, simbolista y naturalista. Díaz Mirón -dice José Emilio Pacheco- continuó a Silva en lo que hay de ruin, feo y desagradable en las posibilidades estéticas.

Amado Nervo representó la esencia del Modernismo alrededor de la inquietud del espíritu, la angustia de vivir, la preocupación del más allá. Su primer libro, Perlas Negras (1898), parece no haber sido suficientemente valorado. Escribió también Las voces (1904), La amada inmóvil (1912) y Serenidad (1914). Fue autor de crónicas y narraciones poco conocidas. Sus inclinaciones del último periodo, místicas más que literarias, hicieron que la crítica apartara la vista de su obra.

En sus primeros libros, Luis G. Urbina no fue modernista, sino romántico. Posteriormente, Puestas del Sol (1910) y Lámparas en agonía (1914) representan su adhesión al Modernismo. El aspecto más valioso de su obra reside en el acento íntimo y melancólico. La producción en prosa de Urbina fue principalmente periodística.

José Juan Tablada, Enrique González Martínez y Efrén Rebolledo han sido considerados como parte del Modernismo mexicano, aunque algunos críticos prefieren ubicarlos, al lado de Ramón López Velarde, como parte del Posmodernismo*. Es difícil tipificar a poetas de gran talla, insertos más en el trabajo creador que en estipulaciones teóricas. Estos cuatro escritores alcanzan resultados tan sorprendentes que resultan de difícil clasificación; enriquecen ambas tendencias: parte de sus obras se inserta en una de las variables del Modernismo y otra parte pertenece a la nueva corriente prefigurada en el horizonte de la primera década del siglo XX.

Según Henríquez Ureña, José Juan Tablada fue en sus inicios modernista. Sus primeros poemas, contenidos en El florilegio (1899), causaron gran revuelo en la crítica modernista. Posteriormente acogería las tendencias vanguardistas y también cultivaría el Hai-Ku japonés. Publicó caligramas a la manera de Guillaume Apollinaire, también conocidos como versos ideográficos, en el libro Li Po y otros poemas (1920).

Efrén Rebolledo fue "buen cincelador del verso". En su primera época recorrió la temática modernista con libros como Cuarzos (1902) e Hilo de corales (1904).

Enrique González Martínez fue -para Henríquez Ureña- el último de los modernistas y el primero de los posmodernistas. Según José Emilio Pacheco, cuando en 1911 González Martínez se dice a sí mismo “Tuércele el cuello al cisne”, no está reaccionando contra el Modernismo, sino que decide dejar los elementos parnasianos y opta por los rasgos simbolistas. Los libros Silvester (1909) y Los senderos ocultos (1911) todavía contienen, según Henríquez Ureña, elementos temáticos del Modernismo, ahora manejados con mucha maestría. En los Senderos ocultos, hizo uso de neologismos. Su vocabulario no era extenso, aunque sabía manejarlo con habilidad. A partir de Silenter, lo que prevaleció fue una actitud meditativa y honda frente a la vida: su poesía fue desde entonces un trasunto de su biografía espiritual, y tomó algo de filosofía panteísta.

También figuraron en el Modernismo mexicano escritores como Balbino Dávalos, autor de Las ofrendas. Francisco Manuel de Olaguíbel, poeta "romántico por el sentimiento y modernista por la forma", dejó dos libros de versos: Canciones de bohemia (1905) y Rosas de amor y de dolor (1922). Luis Rosado Vega se afilió desde el comienzo al Modernismo y tiene el rango de poeta menor. Uno de sus mejores libros es Libro de ensueño y de dolor (1907). Bernardo Couto Castillo fue promesa de la prosa modernista. Su muerte prematura impidió su desarrollo ulterior. Dejó un libro de cuentos: Asfodelos. Jesús Urueta también incursionó en el Modernismo. Su primer libro, Fresca (1903), contiene ensayos imaginativos en "primoroso y castigado estilo”. Fue excelente orador y periodista. También fungió como diputado en los últimos años del porfiriato.

Escritores y poetas jóvenes habían fundado en 1907 el grupo Sociedad de Conferencias, convertido después en el Ateneo de la Juventud* y, por último, en el Ateneo de México. Este grupo fundaría una revista más alrededor del Modernismo, llamada Savia Moderna*, bajo la dirección de Luis Castillo Ledón.

A decir de Henríquez Ureña, esa generación es la que señala el advenimiento del Posmodernismo en las letras mexicanas. El gusto modernista está en los primeros libros de los componentes del grupo: de Ricardo Gómez Robelo, En el camino (1906); de Rafael López, Con los ojos abiertos (1912); de Manuel de la Parra, Visiones Lejanas (1914); de Luis Castillo Ledón, Lo que miro y lo que siento (1916); de Eduardo Colín, La vida intacta (1916); de Alfonso Cravioto, El alma nueva de las cosas viejas, (1912); de José de J. Nuñez y Domínguez, Holocaustos (1915); de Alfonso Teja Zabre, Poemas y fantasías (1914), y de Alfonso Reyes, Huellas (1922).

No todos los integrantes de este grupo perseveraron en la escritura de poesía. Algunos tomaron el camino de la filosofía, la política o la sociología. En adelante, la literatura mexicana encontraría otros derroteros.

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[Correo literario de Alfonso Reyes (1930-1937)]

Mientras Alfonso Reyes fungió como embajador de México en Brasil y en Argentina, publicó catorce números de este Correo literario, como una forma de comunicarse con escritores e intelectuales de distintos países. El primer número, aparecido en Río de Janeiro en el mes de junio, se abre con un texto titulado "Propósito", donde el autor establece las diferencias entre una revista y un periódico literario. Con entregas de 8 a 16 páginas a cuatro columnas, Reyes no considera su publicación ni como revista ni como periódico. Un periódico literario de un solo autor –afirma- sería como un “museo privado, para exhibir en él esas notas o curiosidades que todos gustamos de juntar, aun cuando dudemos que nos sirvan de nada. Hará de él un órgano de relación, de relación social, con el mundo de los escritores: un boletín de noticias del trabajo, casi una carta circular. En suma: un correo literario”.

A partir de número 4 (abril de 1931), el Correo cambia de domicilio a Rua das Laranjeiras, 397. Los números 2 y 13 tuvieron dos ediciones. El número 2, de agosto de 1930, se quemó, así que salió otro con algunos cambios en el material, pero con la misma fecha. El número 13 apareció primero en Río de Janeiro en junio de 1936, y luego, sin cambios, en agosto del mismo año, pero en Buenos Aires.

El número 10 (marzo de 1933) contiene una "Nota final" en la que Reyes se lamenta de la entrega y considera que acusa una falta de arquitectura debida a un viaje proyectado y fracasado, pues el número fue suspendido, deshecho, rehecho y al fin compuesto “a la diabla” para no dejar pasar más tiempo. La siguiente entrega, de septiembre de 1934, contiene cuatro páginas y media a renglón cerrado de "Publicaciones recibidas" y se cierra con estas palabras: “Durante muchos meses debí interrumpir la salida de este Correo por razones ajenas a mi voluntad. Pero, si la vida me deja, he de continuarlo a lo largo de los años, a pesar de las posibles interrupciones futuras. El presente número cierra una época. El próximo, si tengo tiempo como espero, lo publicaré en la ciudad de México, donde me ofrezco a las órdenes de mis amigos en la 5ª calle del ciprés no. 150”.

Sin embargo, el número 12 aparece en Río de Janeiro, en agosto de 1935. En el número 13, de junio de 1936, se anuncia un “cambio de ciudad”: “El número siguiente de este Correo Literario aparecerá en Buenos Aires (dirección: Arroyo, 820). Monterrey dice adiós al Brasil, que lo vio nacer, con un sentimiento de melancolía y gratitud”.

Entre las secciones de esta publicación, cabe mencionar: "Boletín gongorino", que se refiere siempre a Góngora; "Guardias de la pluma", con cartas y anécdotas sobre escritores; "Publicaciones recibidas"; "Estafeta", con material diverso; "Noticia mexicana", sobre novedades de México en materia de revistas, libros, servicios públicos, entreo otras cosas; "Epistolario"; "Vida literaria", con noticias y notas; "Jitanjáforas"; "Investigaciones", de temática básicamente literaria e histórica; "Miscelánea", con notas literarias, y "Cuaderno de apuntes", con textos de crítica literaria.

Esta publicación llegó a tener gran importancia entre los intelectuales mexicanos de su época. No obstante, uno de ellos, Héctor Pérez Martínez (véase Agorismo*) pide a Alfonso Reyes que en su revista Monterrey se dedique a las letras mexicanas: “Notas sobre Góngora –dice Pérez Martínez-, charadas bibliográficas, la eterna cuestión de las aclaraciones al Cementerio marino, de Valéry, y una evidente desvinculación de México”. Alfonso Reyes le contesta con su artículo “A vuelta de correo”, donde aclara que en todos sus libros aparece la preocupación, el recuerdo o la discusión directa del tema mexicano, y que su labor directa sobre asuntos mexicanos viene desde los comienzos de su vida literaria; es decir, desde poco antes de pertenecer al Ateneo de la Juventud*. Advierte también que en Monterrey se ha impuesto la regla de estar siempre llamando la atención sobre las publicaciones mexicanas, “por oscuras que fueren”. Pero quizá lo más importante de esta breve polémica fue la confesión de universalismo profesada por Reyes: “nada puede sernos ajenos sino lo que ignoramos. La única manera de ser provechosamente nacional consiste en ser generosamente universal, pues nunca la parte se entendió sin el todo”. Sobre esta polémica, escribió Alfonso Reyes en 1952: “por suerte el tono de esta controversia nunca rebasó los límites de la caballerosidad, y nadie agravió a nadie. Siempre lo reconoció así Pérez Martínez, cuyo segundo artículo (El Nacional, México, 26-VI-1932) –rectificación espontánea- es prenda de su nobleza”.

Por último, cabe señalar que una revista reciente, el Correo Literario de Monterrey*, se inspiró en el Correo de Reyes para la elaboración de su título.

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