Comentario

Miguel Covarrubias (1904-1957), gran pintor y caricaturista mexicano, fue un personaje cercano a Tablada debido al interés que éste mostró por su obra. El poeta mencionó por primera vez el trabajo de Covarrubias en "Caricaturistas mexicanos",1 junto a los nombres de Marius de Zayas, José Clemente Orozco, Ernesto García Cabral, Juan Olaguíbel, Santiago de la Vega y Luis Hidalgo. Tablada siguió incluyendo a Covarrubias en sus artículos hasta que se animó a invitarlo a Nueva York y apoyarlo comentándole su caso a Genaro Estrada, entonces oficial mayor de Relaciones Exteriores, en una carta fechada el 1° de mayo de 1923. Covarrubias llegó a Nueva York en julio de 1923, con un nombramiento provisional de escribiente de tercera, cargo que rápidamente pudo abandonar.2  De esta manera, Tablada se convirtió en su protector e impulsó su carrera, incluyéndolo en una exposición en el Whitney Club y presentándolo a sus amistades.

En una crónica retrospectiva, en la que Tablada resume su relación con Covarrubias, recuerda cómo animó al artista a continuar su carrera en el extranjero:  "—Covarrubias —le dije una tarde que me asaltó mostrándome mi propia caricatura—, usted debe ir a Nueva York; pero antes debe aprender inglés y decidirse a trabajar duro, para que no le acontezca lo que a otros que fracasaron, no por falta de talento, sino por falta de carácter..." Al comentar el éxito de Covarrubias en Nueva York, Tablada recuerda: "el mérito llegó del corazón de México, del 'Café Madrid', adonde Covarrubias, el 'Chamaco', se desvelaba [—] dibujando, de parroquianos y meseras, extraordinarias caricaturas en las que me fue dado discernir el genio ya latente—".3

Don Xose Juan pudo haber surgido en el Café Madrid, dada la taza de café en el dibujo, o ya en Nueva York, por la anotación al reverso de la primera línea del famoso poema de Al sol y bajo la luna (1918): 

Mujeres que pasáis por la Quinta Avenida, 
tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida. 

¿Soñáis desnudas que en el baño os cae 
áureo Jove pluvial, ¡como a Danae!  
O por ser impregnadas de un tesoro 
al asalto de un toro de oro 
tendéis las ancas, como Pasifae? 

¿Sobáis con perversiones de Cornak 
de broncíneo elefante la trompa metálica 
o trasmutáis urentes, de Karnak 
la sala hipóstila en fálica? 

Mujeres "fire proof", a la pasión inertes, 
llenas de fortaleza, como las cajas fuertes, 

es vuestro seno el antro de la ambición histérica, 
¡vuestro secreto es una combinación numérica!4
 

gjse-rms

Según apunta Adriana Williams, Tablada conoció a Covarrubias en 1920 en el café Los Monotes cuando el poeta sintió la mirada penetrante del muchacho. El café Los Monotes era un punto de reunión al que asistían José Clemente Orozco, Diego Rivera, Rodríguez Lozano, Abraham Ángel, Raoul Fournier, Jorge Juan Crespo de la Serna, Lupe Marín, Rufino Tamayo y Manuel Maples Arce, entre otros. La autora también afirma que el poema mencionado pendía sobre el escritorio de Tablada en la Librería de los Latinos.5

En esta caricatura de Tablada, Covarrubias asocia la figura del loro a la del poeta. Un antecedente importante de esta identificación se encuentra en la segunda parte de las memorias del poeta, Las sombras largas, donde se comenta ampliamente un cuadro de Julio Ruelas que perteneció a la colección privada de Jesús Luján. Esta pintura, a la que Tablada se refiere con el nombre de "ex-voto", fue realizada para conmemorar la llegada de don Jesús Luján a la Revista Moderna, en 1899. Según su descripción, muestra las habilidades pictóricas del autor, su original fantasía y su vena humorística, pues retrata al grupo de artistas de la revista en forma semihumana o acompañados de animales mitológicos. Jesús Luján, mecenas de la publicación, preside la escena vestido como caballero del siglo XVII y montado en un unicornio. Jesús Valenzuela adopta la forma de centauro y Jesús Contreras aparece con cuerpo de águila. Jesús Urueta está personificado en una serpiente antropocéfala con alas de sílfide o libélula, enroscada a un grueso árbol. Bernardo Couto Castillo aparece como un niño sentado y envuelto en un velo fúnebre, sosteniendo una lámpara encendida. El pintor Leandro Izaguirre, como fauno sedente, sonríe apretando un talego de dinero, mientras Balbino Dávalos, con cuerpo de casoar, hace sonar un caramillo, y Efrén Rebolledo, en la figura de un potrillo de centauro, toca un tambor. Ruelas se autorretrata cruelmente como un caprípedo con cuernos que cuelga ahorcado de una rama y Tablada aparece con cuerpo de loro, sobre una charola. El poeta relata que, en aquel entonces, había sufrido la fractura de una pierna y que seguramente su amigo pintor quiso decir que caminaba con cierto desgarbo, "como loro en charola". En su digresión que abunda en la identificación con esta ave, Tablada dice:

Ni entonces ni ahora me ha lastimado la identificación con el ave pintoresca y locuaz que parece haberse apoderado del lenguaje de los hombres, no sólo en su fonetismo automático, sino a veces, en su malicia y su intención...

En sus ejercicios verbales suele haber un débil por ciento de oportunidad y otro tanto de lógica: en el basurero de su logorrea brilla a veces la verdad como una pieza de oro...

Pruébalo el folklore nuestro que para decir lo inverecundo, pone al loro por delante como una mampara verde... En el epigrama nacional tiene el perico ciudadanía y autoridad; ¡es un patricio! Es también enfant terrible... ¡Lo que hubiera contado el loro si hubiera sido el gato de Teresa Raquia!

En sus ímpetus de valor civil, con pupila centelleante de águila, osa hablar de política con la crudeza de Pasquino y Marforio.

Por excesivamente criollo, realza las chapetonadas y es impío con el gachupín "que creyó que era pájaro..."

Camarada de Robinson Crusoe, en sus retiros espirituales de la selva, olvida su garrulería, sus onomatopeyas, chilindrinas y juramentos soeces y se identifica con el follaje tan bien como el sapo con el lodo, tornándose como las hamadríadas.

No es ave heráldica como su enemiga el águila, ni ha trepado a las banderas como su pariente el quetzal, pero posee virtudes que podrían blasonar en el orgulloso lenguaje de las armas parlantes. Por libertino, el loro tiene sobre la cabeza un bonete de la libertad, un pequeño y rojo gorro frigio y a veces una pepita de oro más visible aunque menos preciosa que el diamante que oculta el sapo en su cabeza:

     ¡El loro es sólo un gajo de follaje 
     con un poco de sol en la mollera!

Tiene además el loro caprichos paradójicos...

¿Por qué siendo hijo del trópico, tiene en los pies esas raquetas que para patinar sobre la nieve calzan los esquimales?

¿Por qué siendo conferencista de oficio y orador profesional, tiene esa lengua estropajosa y túmida...?

¿Supo de Demóstenes y aún no escupe las piedrecillas que remediarían su tartamudez...?

Para concluir, y éste es un detalle inédito en su biografía, ¡el loro sólo puede amar en los aires! Su idilio es sobre el ala; sus bodas, en un rayo de sol; sus nupcias, aéreas como las de la reina de las abejas que Maeterlinck cantó en memorable epitalamio. ¡Por encima de la humanidad rampante, en el infinito azul, flotan dos puntos verdes que de pronto se funden en uno solo!

¡Pero en su jaula del corredor o de la cocina, con su máscara histrionesca de todos los días, el perico habla de todo, menos de ese su secreto sideral y arcangélico que oculta pudoroso y que nadie le arrancará!.6

El loro es un motivo importante en la poesía de Tablada. En la sección "La mañana" de Un día... aparecen dos loros en el haikú "El chirimoyo":

212DIA052.gif

 

 

 

 

 

 

El chirimoyo

La rama del chirimoyo
Se retuerce y habla:
Pareja de loros.

En la sección "Bestiario" de El jarro de flores se puede encontrar otro haikú sobre esta ave:

Perico

El perico violeta 
cabe su verde jaula, 
desprecia mi sorpresa...

La figura del loro aparece también en el "Tríptico del loro", de su libro La feria, donde Tablada afirma: "Yo fui loro en la Luna... / Me lo ha dicho la Teosofía".

rms

El Universal Ilustrado, 18 de noviembre de 1920, en Obras VI. Arte y artistas, edición y prólogo de Adriana Sandoval, recopilación de Esperanza Lara Velázquez, Ester Hernández Palacios y Adriana Sandoval, notas de Adriana Sandoval y Vianey Contreras, traducciones de Adriana Sandoval, México, Universidad Nacional Autónoma de México, (Nueva Biblioteca Mexicana, 144), 2000, pp. 251-256. 

Obras IV. Diario (1900-1944), edición de Guillermo Sheridan, México, Universidad Nacional Autónoma de México, (Nueva Biblioteca Mexicana, 117), 1992, pp. 228, 236, 240.

Obras I. Poesía, recopilación, edición, prólogo y notas de Héctor Valdés, México, Universidad Nacional Autónoma de México, (Nueva Biblioteca Mexicana, 24), 1971, p. 327.

Adriana Williams, Covarrubias, pp. 37-38.

Las sombras largas, [Memorias], México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, (Lecturas Mexicanas, Tercera Serie, 52), 1993, pp. 34-35.