Comentario

Según anota José Juan Tablada en su Historia del arte en México (1927), las primeras casas coloniales tenían aspecto de fortalezas en razón directa a la hostilidad del medio. Posteriormente se fueron diferenciando de acuerdo con las actividades desarrolladas por las distintas clases sociales. Así surgieron la "casa señorial", la "casa sola", la llamada "casa de taza y plato", la "accesoria" y la "casa de viviendas o de vecinos". Tablada comienza con la descripción de las casas señoriales, categoría en la que ubica a la casa de los Mascarones:

En la planta baja, pues tales mansiones contaban generalmente dos pisos, se encontraban en torno del gran patio embaldosado, las cocheras, los cuartos para guarniciones y libreas, las habitaciones para porteros y caballerangos, las cuadras para los soldados de la guardia especial y las bodegas. Pasábase al segundo patio, donde estaban los lavaderos, las caballerizas, los pajares. La planta alta, a la que daba acceso ancha, tendida y monumental escalera, estaba limitada interiormente por los corredores que correspondían al patio y en ella figuraban el oratorio o capilla privada, la antesala, el gran salón del estrado, el del dosel, el despacho con archivo y oficinas accesorias, las numerosas recámaras, guardarropas y tocadores anexos, el comedor y el guardavajilla, la cocina, las despensas y el lavaplatos. Además para las típicas destiladeras y tinajas, pasillos en cuyos muros colgaban charolas y trastos ornamentales y el segundo patio con habitaciones y sus accesorios para la servidumbre.

El aspecto exterior de esas mansiones aún revela con ostentación la opulencia de la vida antañona.

La suntuosa ornamentación de piedra esculpida perfila la estructura general, enmarcando balcones, ventanas, claraboyas, cuadros para el escudo nobiliario o para los símbolos místicos, nichos para el santo patrono, colocados en el ángulo de la fachada cuando, como es frecuente, la casa hace esquina y, por fin, el gran zaguán de madera tallada y complicados peinazos que chapean anchos clavos exornados y aldabones o llamadores de cobre o forja de hierro. Además, la ornamentación esculpe cariátides en las columnas, hace correr guirnaldas en los frisos, cincela trofeos militares o jarrones con flores, proyecta en las canales o gárgolas, cañones encureñados, atributos de capitanes generales, y parte con molduras verticales los muros de bermejo tezontle o revestidos de ladrillos "coronados" o brillantes azulejos, como en los palacios poblanos, o modela meandros, ransós y florones en bajorrelieve, con tracerías de argamasa o escayola.

Los ejemplos de esas magníficas residencias abundan y el embarazo consiste en escoger los tipos.

En la metrópoli pueden citarse el edificio popularmente conocido como "casa de los Mascarones", de un solo piso; la casa del Conde de Santiago, la Casa de los Azulejos, el Hotel Iturbide, de majestuoso patio; la del Conde de Heras (fig. 178); la del de la Torre de Cossío, de tres pisos también, el último de los cuales, en alguna de esas mansiones, es un mirador de bellos remates, que es en lo que parece haberse transformado el viejo baluarte de las antiguas casas fortificadas. Por la íntima belleza de sus decorados interiores debe también citarse la casa de la Marquesa de Uluapa. Entre esas mansiones algunas hay muy típicas, de tres pisos, uno de los cuales es el entresuelo, como las del Conde de la Cortina y del de Jala.

Cronológicamente, esos edificios cuyo estilo dominante es el barroco mexicano o el churriguera, corresponden a los siglos decimoséptimo y decimoctavo.1

A manera de ilustración de sus observaciones, Tablada ofrece imágenes de la Casa de los Mascarones, de una esquina de la Casa del Conde de Heras y de la Casa del Mayorazgo de Guerrero. Enseguida, aborda la descripción de la "casa sola", en la que abre un paréntesis dedicado a las "casas de un piso" —"construidas alrededor de un patio, rodeado casi siempre de corredores a manera de portales con columnas o pilastras"— y observa que pueden ser "palacetes", como la de Mascarones, o austeramente señoriales, como la de Cortés en Coyoacán. El poeta elogia su fachada con grandes ventanas y el "soberbio almohadillado de piedra". Opina que la distribución en torno al patio, propia de los climas templados, proporciona un cuadrado luminoso, abierto a las flores y las golondrinas, y totalmente opuesto a la tendencia a adoptar el "hall" egoísta y herméticamente cerrado.

La Casa de los Mascarones fue construida entre 1766 y 1777 y se encontraba en la antigua calzada de Tacuba, hoy Ribera de San Cosme. Entre 1941 y 1944 albergó la ampliación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México y actualmente es un centro de estudios de computación. Algunos autores atribuyen su construcción a Ildefonso de Iniestra Bejarano; otros, a Lorenzo Rodríguez.

La puerta principal del Palacio de los Condes de Jaral del Berrio o Palacio de Iturbide que se encuentra en la calle de Plateros, hoy Madero. Es obra de Francisco Antonio de Guerrero y Torres, fabricada entre 1780 y 1785. El edificio, en cuya construcción intervino, además de Guerrero y Torres, su cuñado Agustín Durán, fue adaptado en 1899 por Emilio Dondé para funcionar como hotel. Actualmente es sede de las oficinas centrales del Banco Nacional de México. En Mexican Art & Life (abril de 1938), Tablada incluyó el artículo "The Iturbide Palace", de Manuel Romero de Terreros.

rms

Historia del arte en México, México, Editora Águilas, 1927, pp. 188-190.